
Este es el aspecto que tenía en los años 50.
Ejemplo de casa tradicional rehabilitada.


En los años 60 se hicieron las primeras reformas.
En los 70 se hizo este proyecto para recuperar su aspecto tradicional.
Resultado final, tal como puede verse en la actualidad.
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Aún se está a tiempo de recuperar la estampa tradicional en el campo.
En muchas regiones del mundo todavía hoy se esmeran en preservar al menos el aspecto exterior de la vivienda, los rasgos más destacados del estilo tradicional. En Canarias, el sentimiento popular ha perdido ese gusto por la arquitectura vernácula en el entorno rural y ha preferido cambiar hacia la moda de lo funcional. De tal modo se ha adaptado y aferrado a esta idea, que ha llegado a actitudes extremas, como esperar a que se arruine y se caiga la casa que hemos heredado para actuar después de forma libre y sin orden.
Por el contrario son pocos los casos de personas que se plantean hacer un esfuerzo por conservar el sabor de lo tradicional, como ocurre con el ejemplo que aparece sobre estas líneas. Cuando esta casa fue segregada y transmitida a varios herederos entre los años 50 y 60, se hicieron reformas y ampliaciones que iban en camino de hacer desaparecer todo vestigio de lo que fue. Se añadieron cubos simples (algunos llamaban rústicas a las paredes de bloques de cemento sin revestir), se cambió parte de las fachadas, se sustituyeron tejados por azoteas con aleros, bidones y una serie de artilugios construidos de forma caótica. Pero cuando fueron de nuevo cedidos a una nueva generación de herederos, surgió en algunos de ellos la chispa que les hizo prometerse devolver su aspecto de casa tradicional, sin necesidad de derribarla ni de hacerse grandes gastos en su rehabilitación. Renunciando a ciertas utilidades prácticas y conservando muy vivo el recuerdo de lo que antes fue, se atrevieron a recuperar su estilo antiguo. Al final el trabajo dio el resultado apetecido, una aportación más para servir de muestra en los tiempos actuales al único museo posible, capaz de conservar y mostrar esta cultura y un motivo más de deleite para todo el mundo, no sólo de sus moradores.

Otro ejemplo:
El dibujo 11, ya visto en el capítulo de casas lineales, corresponde a un apunte hecho cuando aún conservaba su estado original. Debajo dos vistas tomadas en la actualidad desde la izquierda y la derecha, después de haber pasado por reformas y posteriormente abandonada.



Este sería el aspecto que tendría si al presentarse la necesidad de ampliar o reformar hubiera prevalecido el interés por conservar el estilo tradicional. Las ampliaciones y los cambios de estructura no afectan si se hacen con sentido estético o afecto por conservar la tradición.
El estilo actual
La tendencia a parcelar terrenos extensos para la venta de solares ha favorecido la creación de urbanizaciones y poblamientos dispersos por cualquier parte, hileras de casas alineadas a ambos lados de callejones o caminos fuera de los núcleos de población.


Aquí se ve cómo el nuevo estilo, que tiene mucho que ver con la especulación del suelo, utiliza en el medio rural un tipo de urbanización consistente en el trazado de hileras de solares para la autoconstrucción incontrolada, acumulando monótonos cubos de caras planas, casas adosadas, donde las fachadas solo cubren la necesidad de abrir huecos de ventilación. La casa aislada que está dentro del círculo se ajusta al mismo patrón y se ha separado para dar idea del nuevo modelo imitado por todos en el campo, aún disponiendo de terreno para poder incluir patios y jugar con volúmenes: dos plantas con balcón cerrado y caja de escalera rematada con bidones.

Algunas agrupaciones como la de la izquierda, aunque no se atenga exactamente al modelo típico, han procurado no amoldarse a la costumbre y han actuado evitando que se rompa la unidad del medio con el estilo universal de casa rural. Estas maneras de actuar deberían ser reconocidas, puestas como ejemplo y promocionadas por los ayuntamientos.
Pocos son los grupos de viviendas que han sido reformadas conservando casi todo el sabor de lo tradicional. La imagen siguiente demuestra que en caseríos antiguos rehabilitados, las ampliaciones que se han hecho apenas son perceptibles, una razón de peso para ser reconocido también por las corporaciones municipales.

Criterios que tendrían que dominar para hacer que nuestra imagen cambie en el futuro.
La idea que prima en las personas que comparten una actitud favorable pasa por tener siempre presente la valoración del paisaje, pues estas personas aceptan que la propiedad privada forma parte de un patrimonio global y que el mismo puede ser dañado si mantenemos la actitud de conseguir por encima de todo nuestra personal conveniencia. La realidad ha demostrado que prima una actitud de indiferencia hacia el derecho ajeno y lo que se persigue es la forma más fácil, rápida y rentable de resolver nuestros beneficios particulares.
Esa es la principal causa que impuso esos cajones de "sastres", esos monumentales cubos descompuestos y dispersos en el campo, hechos para sepultar el hogar familiar sobreprotegido.

Podrían cambiar las cosas si se asumiera el propósito de evitar el mono volumen y procurar armonizar lo construido con el entorno, combinando diferentes volúmenes a distintos niveles o al menos rematar la cubierta con la indiscutible belleza del techo inclinado, tejado o no.

Estas son dos muestras de lo que pueden hacer los apaños con materiales modernos, para borrar aquel estilo tan peculiar de cuevas y casas tradicionales, antes presentes en muchas zonas de las islas.

que ofrece el mercado: vallas, celosías, azulejos, planchas metálicas, acristalados de aluminio y tantas otros inventos.
¿No podrían los que pueden y saben mucho de esto, ayudar a entender y orientar con actuaciones puntuales, así como diseñar campañas de concienciación? Empecemos por organizar asociaciones que investiguen y consigan fórmulas para remediarlo.
Además de maltratar su original belleza, se rompe el orden exterior, dejando abandonados de forma permanente trastos inservibles y colocando sin cuidado elementos tenidos por imprescindibles hoy día, como antenas, cables, escombros, etc. y mezclando sin concierto las diferentes soluciones

Algunas medidas para que la construcción actual concuerde con el medio rural.
El exterior de la vivienda debería cuidarse tanto como el interior.



El exterior de la vivienda refleja la actitud de sus propietarios hacia el medio natural. Cuando existe respeto se tiene muy en cuenta mantener el orden del material que se acumula en los alrededores, comenzando por las azoteas. Es fundamental esmerarse en colocar antenas, tuberías, cableado, bidones y demás complementos, así como poner cuidado al añadir elementos de construcción, torretas, muros, colocación de celosías, planchas para cobertura, etc. Para cada necesidad hay una solución adecuada, si nos paramos a pensar en ello. Todos podemos sentir una desagradable impresión al presenciar tanta cantidad de muestras de este tipo, implantadas ahí en medio del panorama. Una actitud amable está llena de pequeños gestos, como atar con alambre las tapas de los bidones, para protegerlas del viento, en vez de poner bloques encima de ellos, etc.
Dos imágenes para contrastar distintas formas de plantear el orden en las cubiertas.


Aunque el ejemplo tomado no se trate de un caso extremo, puede trazarse un plan para mejorar el aspecto exterior de un caserío. Es fácil encontrar desórdenes mayores. Poner atención especial a las azoteas es fundamental. Es más cómodo instalar a nivel del suelo los servicios que da la azotea, en terrazas y patios, si se dispone de terreno suficiente; o bien reservar las partes más visibles para tejados y reducir la superficie utilizada para disfrutarla, procurando siempre ordenar o incluso encubrir objetos y elementos complementarios. Hoy parece que no se concibe un techo sin una azotea que sirva de trastero, la cual tiene su función práctica en poblaciones, pero no tanto en campo abierto, donde las condiciones extremas de calor y frío no las hacen tan útiles como para aprovechar tanto espacio.

Una de las causas de admiración en la construcción de Lanzarote es el cuidado escrupuloso en el ordenamiento de las cubiertas. Se las arreglan muy bien para no usarlas.
En esta isla no es habitual ver pretiles altos, cajas de escaleras y demás utilidades, tanto si son de techos planos como inclinados, donde ambos se combinan con frecuencia y con mucho acierto.

Esta imagen muestra uno de esos pocos ejemplos que se observan en otras islas, donde, por el contrario, la moda de la azotea trastero ha sido ya asumida.
Aleros y balcones



Otro de los elementos que más ha alejado a estas viviendas de la casa tradicional son los aleros, esos salientes en forma de sombrero, que no resultan tan útiles y más bien encarecen la obra. Sería suficiente un par de hileras de tejas que sobresalgan de un alero corto o mejor como remate de la prolongación de un trozo de tejado en la parte frontal de la azotea.
También afea enormemente las fachadas los balcones cerrados que se hacen para ganarle unos pocos centímetros a la propiedad pública. Podrían muy bien sustituirse por algo que recuerde al balcón típico, aún siendo cerrados, sin que por ello tengan que incluir costosos adornos.



Paredes, muros y acabados.
La costumbre de alisar las paredes y afilar los ángulos en las esquinas también han dado un borrón a la tradición. Se ha perdido el hábito de dibujar las formas, ondular las superficies y curvar las líneas, que buena falta le hace de vez en cuando a las amilanadas líneas rectas. La técnica tradicional, más acorde con el entorno natural, no necesita del alisado perfecto, la preocupación por nivelar las paredes con regla y flotarla con llana. Un enlucido rústico tampoco consiste en dar aspecto de escamas, bolas, surcos o marcas de ningún tipo, como se usó en un tiempo, pretendiendo conseguir una burda imitación de lo rústico. Se trata simplemente de enlucir las superficies sólo con la cuchara y en todo caso pasar después una brocha mojada. Matar los filos y los ángulos, enlazar las líneas horizontales y verticales de los muros con formas oblicuas y onduladas.
Las siguientes imágenes tomadas en Lanzarote son el mejor ejemplo de lo que se quiere dar a entender.

Para empezar una sencilla pero hermosa vivienda de techo plano, donde se vislumbra sin palabras las razones expuestas: orden exterior, cubiertas despejadas de pretiles bajos, ausencia de aleros y de antiestéticos balcones cerrados, rotura de lo cúbico y acabados armoniosos.
Debajo, detalles del orden y corrección en los acabados de muros y techos en la isla de Lanzarote.

Queda en pie el propósito de ampliar este capítulo con esquemas e ilustraciones que sirvan de referencia a las personas que buscan orientación, cuando sienten verdadero interés por darle a su vivienda un carácter tradicional o sintónico con el medio rural, conseguir soluciones en estructuras, acabados y detalles, tanto en las nuevas construcciones como en la restauración de viviendas antiguas. Esta es la idea que me anima a completar este trabajo con nuevas propuestas.
Me parece que los que deben empezar por interesarse en buscar soluciones acertadas para rescatar el auténtico estilo tradicional son los que se aventuran a diseñar casas rurales destinadas al turismo, porque la mayoría de los proyectos de rehabilitación existentes no hacen gala de lo que pretenden ofertar.
Comentario final.
Nuestro paisaje canario ha sido herido y parece que sin remedio. Los que apreciamos la cultura de los pueblos hemos estado asistiendo a ese proceso vertiginoso de cambio. Esa simbiosis natural que se percibía entre construcción y paisaje ha sido transformada en un desatino total. Hiere ver cómo se ha impuesto el gusto por plantar el actual tipo de casa cajón que se difundió después de aparecer el bloque y el hormigón, cómo se ha ido maltratando de forma tan impersonal y caótica lo que con tanto esfuerzo se construyó y cómo esa actitud ha ido aniquilando ese bello patrimonio cultural, sin que apenas se alzaran voces para animar a frenarlo y ponerle remedio. Nos preguntamos dónde han estado los políticos, promotores, arquitectos y demás constructores, que juntos eran los que hubieran podido trazar un plan para que no se llegara a consumar tan drástica e irremediable destrucción.
Es muy difícil ahora encontrar ejemplares vivos que conserven el sabor de su originalidad. Nos quedan algunas ruinas o han sido totalmente transformadas, irreconocibles para quienes llegaron a presenciar ese legado y asistieron de forma consciente a la agonía de lo tradicional. El interés por el turismo rural ha intentado disfrazar con aires de antigüedad algunos vestigios semiabandonados, a base de unas mal logradas reformas que pretendían compaginar la historia con las exigencias del modo de vivir actual, sin apenas conseguir recordar el encanto que envolvía la antigua forma de habitar.
En la conciencia general se ha perdido el interés por conservar aunque sólo sea un mínimo de recuerdo en el costumbrismo local, como si nos conformáramos con la herencia de las últimas generaciones que experimentaron el inicio del progreso, la generación de nuestros padres que intentaron borrar lo que consideraron una vulgaridad del pasado. Ayudó a eso el creciente cambio de los hábitos de consumo. Las reliquias que quedan en pie siguen menospreciándose, se han desfigurado totalmente o han sido abandonadas. Ha calado tanto en el espacio abierto del campo la implantación del modo de vivir urbano traído por la prosperidad, que ya ni se tiene en cuenta el impacto negativo que causa a la vista de todos, propios y extraños, pues sólo se atiende el confort interior, aportando para ello el mínimo esfuerzo y el mayor gasto para conseguir los objetivos prácticos e interesados de una propiedad particular, privativa y reservada.
Por otro lado, los encargados principales de responsabilizarse en mantener la tradición, los que tienen la obligación de encauzar el buen sentido, en los cabildos y ayuntamientos, parece que han ayudado a borrar todo vestigio de lo poco que queda, porque en vez de fomentar ese cuidado con el ejemplo, contribuyen a borrar las muestras que han pervivido o se empeñan en ponerles a todo lo que queda, en pueblos y ciudades, un casco funcionalista. Hay un montón de pruebas sobre eso. No he dejado de soñar lo que hubieran podido ser de estos hermosos paisajes si los que se sienten poseedores del territorio lo cuidaran con un mínimo de cordura. En un acto de rebeldía contra esa actitud, no he querido seguir el ejemplo y he dedicado gran parte de mi interés y de mi tiempo de ocio en actuar como me fuera posible para rehabilitar una de esas piezas que iba destinada también a desaparecer en medio de un caos de cajones angulosos, azoteas adornadas de bidones, aleros inútiles y demás trastos, lo que ahora mismo imprime carácter a la vivienda popular moderna. Por eso no acierto a justificar que hayamos aceptado este modo de hacer y se siga actuando de esta forma, sin que apenas nos pronunciemos.